Al-Hakam II fallece en el 976 y su hijo, Hixam I, aun era demasiado pequeño para reinar, situación que fue muy bien aprovechada por un jurista apodado Al-Mansur «el victorioso», castellanizado como Almanzor. Este ambicioso estratega embelesó con regalos al pequeño Hixam I y convenció con palabras bonitas a su madre, de tal manera que consiguió hacerse dueño del Califato, llegar a tomar todas las decisiones de al-Ándalus y atribuirse poderes como para ampliar la Mezquita Aljama.
Esta ampliación consistió en aumentar la Mezquita en ocho naves hacia el Este, por lo que supuso una descentralización total del edificio, ya que el mirhab de Al-Hakam II ya no estaría en la nave central. Hay varias teorías sobre el motivo de que esta última ampliación no se realizara hacia el sur como venía siendo lo habitual. Muchos defienden la presencia del río como la principal causa pero la mayoría de los historiadores apuntan a que el verdadero motivo fueron los bereberes. En efecto, Al-Hakam II, que mantenía su título de jefe del ejército, llenó la ciudad de bereberes, ya que éstos tenían fama de ser muy buenos soldados. El problema es que también eran un poco alborotadores, demasiado incivilizados para los refinados y tranquilos cordobeses, por lo que Almanzor quiso crear un oratorio aparte para esa población bereber, de manera que no molestara a los cordobeses.
En su ampliación, Almanzor supo abaratar costes y ahorrar mucho tiempo, de ahí que siempre se haya tenido esta ampliación como la más pobre artísticamente. Para ello, mantuvo el mismo sistema constructivo de doble arcada pero la dualidad cromática que vemos en sus arcos no se debe a un uso de distinto material, como venía siendo lo habitual, sino que ahora la alternancia es solo en el color, es decir, decidió pintar las distintas partes del arco en rojo y color piedra simulando así su aspecto con el resto del edificio. Además esta parte del edificio es la única que conserva como techumbre las bóvedas barrocas que decidieron ponerse en el siglo XVIII, a diferencia del resto de la Mezquita que mantiene las recreaciones de artesonados de madera.
Evidentemente todas estas características, y muchas más, hacen a esta ampliación la más pobre en cuanto a técnica constructiva y grandiosidad, pero no lo es desde el punto de vista decorativo, pues podemos ver un elemento, el modillón de rollo, justo entre la columna y la pilastra que da paso al arranque del arco, que presenta una verdadera innovación y originalidad en sus cenefas decorativas talladas.
Almanzor comunicó su ampliación con el resto del edificio a través de arcos de medio punto abiertos por todo el muro occidental del anterior edificio, intercalándose además con las huellas de las antiguas puertas construidas por Al-Hakam II.
Lógicamente también tuvo que ampliar el patio por el mismo lateral de su ampliación, donde construyó además un aljibe o depósito subterráneo para canalizar el agua de la lluvia, clara derivación de las cisternas romanas.
En el nuevo muro oriental abrió siete puertas que si bien siguen el esquema tripartito de la antigua Bab al-Wuzara , presentan alguna que otra novedad en sus elementos decorativos, una muestra más del avance ornamental de esta última ampliación.
Laura Mª Cabrera Belfmonth. Experta en Arte Islámico.