Siempre que hablamos de Al Andalus en la ciudad de Córdoba, destacamos el periodo Omeya y la convivencia entre las tres culturas (cristianos, musulmanes y judíos), los grandes monumentos que hicieron los emires o los califas y también hablamos de estos importantes gobernantes. Sin embargo, como suele pasar, obviamos a las mujeres. En la mayoría de los casos se hace sin intención debido a que históricamente sólo se ha dado valor al papel del hombre cosa que todo el mundo tenemos interiorizado debido a la educación que hemos recibido. Por suerte hoy en día la sociedad está evolucionando y se investiga y se valora a mujeres que fueron importantes en su momento y que desgraciadamente han pasado desapercibidas.
Poco se habla de la vida cotidiana de la mujer andalusí, y normalmente nos dejamos llevar por prejuicios que tenemos hoy en día hacia la cultura islámica. Quizás hay quien hace referencia a Wallada, la culta princesa Omeya de la que sobretodo se destacan sus amores y un poco menos su labor por la difusión de la poesía y la literatura en el salón que ella creó.
Pero hoy queremos hacer referencia a una mujer que fue la secretaria personal del Califa Al Hakam II. Este califa, que gobernó en la segunda mitad del siglo X, miró mucho por el desarrollo de la sociedad y la cultura andalusí y se rodeó de personas a las que se valoró por sus méritos y no por la religión que tuviera al igual que tampoco importó el sexo, de ahí que nos encontremos con la mujer andalusí que nos ocupa, Lubna.
De ella se dice que nació en una familia de servidores o que era la hija de un copista muy destacado que trabajaba en la biblioteca de Medina Azahara donde se criaría y se formaría llegando a obtener un puesto de copista en dicha biblioteca. Si esto fue así, realmente fue una mujer con muchas inquietudes que consiguió ascender socialmente gracias a su trabajo y su capacidad. De ahí que llegara a ser secretaria personal del Califa Al Hakam II y junto a personajes destacados de la época como el judío Hasday ben Sharput, la encargada de la biblioteca del palacio califal, de la que se dice que llegó a tener entre 400.000 y 500.000 volúmenes.
De ella se destaca que fue una mujer muy ilustrada con grandes conocimientos en gramática, caligrafía y matemáticas. Su labor como copista fue excelente y fueron muy valorados los comentarios que hacía sobre las obras que estaba traduciendo y copiando.
Se dice también que se dedicó a buscar libros para ampliar la colección de la Gran Biblioteca del Califa y que viajó por diferentes ciudades como por ejemplo el Cairo y Bagdad.
Por lo que cuentan los cronistas era más que habitual que las mujeres se dedicaran a ser copistas, con lo que se deduce que tendrían una educación y formación bastante completa y también nos hace ver el papel de la mujer en la época del Califa Al Hakam II.
Desgraciadamente tras la muerte de Al Hakam II toda esta etapa de cultura, tolerancia e igualdad acabó, incluso se destruyó gran parte de la excelente biblioteca que guardaba libros que eran joyas del saber de distintas disciplinas y épocas. Fue Almanzor el que mandó quemar gran parte de los volúmenes que formaban parte de este “templo del saber”.
Pero a pesar de que llegó una época diferente y más oscura y radical, aun hubo voces que promulgaban por valorar a la mujer como por ejemplo la de Averroes (s. XII) quien abogaba por la igualdad de éstas con los hombres, por la educación y la cultura que debía de tener la mujer y criticaba duramente como se las trataba sobretodo en la parte oriental del Islam como meros objetos de procreación y de crianza de los hijos.
Desde Eventour hemos querido hacer a través de Lubna, una figura tan importante y poco conocida, nuestro homenaje a las mujeres que han pasado desapercibidas y seguimos animando a la sociedad a que investigue sobre ellas para ir completando los huecos que faltan en sus biografías o para ir descubriendo a más de estas importantes personas que influyeron en la sociedad de su tiempo.