Junto con las mezquitas y los zocos, el baño árabe o hamman fue un elemento fundamental e imprescindible en las ciudades hispanomusulmanas. «No será tu ciudad una ciudad completa hasta que no tenga un baño«, reza uno de los relatos de Las Mil y Un Noches.
Su importancia no acontecía solamente al ámbito higiénico y religioso, impuesto de algún modo por la tradición islámica de las abluciones, sino también al ámbito social, cultural y medicinal. El filósofo y médico cordobés Ibn Rusd (Averroes) destaca en numerosos de sus estudios la importancia del ejercicio y del baño para conservar un buen estado de salud; Y la costumbre social de reunirse en el baño para charlar, cotillear, ver a los amigos o incluso tratar asuntos de estado, tal y como hacemos hoy en bares y demás lugares de ocio, es una de las tradiciones islámicas, heredada sin duda de la Antigüedad clásica, que más y mejor ha definido al baño como espacio social.
Según algunas crónicas árabes del momento, la ciudad de Córdoba llegó a tener 300 baños en época de Abd al-Rahmán III, 600 con al-Mansur y en una descripción anónima de al-Ándalus incluso encontramos la cifra de 3,911 baños. Imposible aceptar un número tan elevado para una sola ciudad, más bien hay que entenderlo como una manera de alabar la grandiosidad, esplendor e importancia que llegaron a tener ciertas ciudades como Córdoba.
Los baños califales de Córdoba, pertenecientes al siglo X-XI, son unos de los primeros de los que tenemos constancia en la Península. Para entenderlos en su totalidad hay que tener en cuenta que en origen formarían parte del Alcázar de época Omeya, concretamente la zona Este, aunque hoy día, y debido a las múltiples intervenciones que sufrió el Alcázar con el tiempo, no aparezca dentro del recinto propiamente dicho, sino en sus inmediaciones como un espacio independiente.
Fue construido en época de al-Hakam II para su uso y disfrute privado, es decir, se trataba de un baño privado o palaciego. Estos baños son los únicos, junto con los de Jaén y los de la Alhambra, con soportes de piedra labrados ex profeso, es decir, labrados expresamente para este lugar.
Estaría formado por las salas tradicionales de las termas romanas: Vestuario, sala fría, sala templada, sala caliente, horno y calderas y dependencias de servicio, totalmente aisladas del resto del edificio para que el personal de trabajo no se mezclara con los bañistas en ningún momento. Todas las salas estarían dispuestas en recodo, obligando a realizar un giro para cambiar de espacio, de esta manera las salas templada y caliente quedaban ocultas a la visión directa desde otros espacios pues quedaban mucho más profundas y escondidas.
Al entrar, el primer espacio es el vestuario o bayt al-Maslaj, que atendiendo al carácter palaciego de estos baños, presenta las dimensiones y desarrollo más acusado de todo el conjunto. De la sala contigua, la fría, lo más destacado es sin duda los restos de unos sarcófagos romanos que se encontraron en una excavación en 1993. Seguramente serían utilizados como pilas de agua fría para el baño. La siguiente sala es la templada, la más importante debido a su carácter social y de espacio de reunión. Prueba de ello es la suntuosidad y decoración que presentaba y de la que hoy incluso quedan algunos vestigios como restos de pinturas murales y decoración vegetal pintada en sus arcos de herradura. La sala caliente, normalmente la mejor conservada en este tipo de construcciones, también conserva todavía algo de decoración geométrica en sus paredes. Debajo de esta sala aún hoy sigue estando el hipocasuto encargado de la combustión del horno. Por último, en la zona del horno, la caldera y el área de servicio todavía se conserva el conducto de alimentación de horno y la cámara de combustión.
Pero por lo que se destacan estos baños de Córdoba con respecto a los demás existentes en al-Ándalus, es por existencia de varios elementos arquitectónicos que pertenecen a ampliaciones posteriores, desde el siglo XI al XIII, pasando por intervenciones en época de Taifas, almorávide y almohade: En la zona Oeste encontramos el baño almohade, del siglo XII, en cuyas salas caliente y templada aun conserva parte del pavimento original de mármol.
Entre el baño califal y el almohade hay un espacio muy original, un Salón de Recepciones, que por su decoración los profesores han fechado en época de Taifas (siglo XI).
El resultado es un edificio vivo, que fue transformándose a medida que su uso iba cambiando por el propio devenir histórico.
Laura Mª Cabrera Belfmonth, Experta en Arte Islámico.