Todos conocemos a Cristóbal Colón, un genovés con el sueño de llegar a Asia a través de una ruta que partía desde el oeste pero que, finalmente, acabó descubriendo el continente americano.
Este famoso viaje no hubiera sido posible sin la financiación de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, a quienes se les presentó Cristóbal Colón en dos ocasiones para informarles de su proyecto. La primera reunión tuvo lugar en la ciudad de Córdoba, en 1487, donde se encontraba la Corte de estos monarcas. En esta primera audiencia de Colón con los Reyes, lo que el genovés pensaba que sería una tarea asequible, se convirtió en una larga negociación que no vio su resolución hasta las Capitulaciones de Santa Fe en 1492.
La primera negativa de los monarcas hacia Colón fue debido a que en esos momentos se debía dar toda importancia a la conquista del Reino de Granada, el último territorio de Al-Ándalus que quedaba bajo el poder de los musulmanes. A pesar de casi no haber prestado atención a su proyecto, los Reyes mandaron estudiar esta propuesta ya que no pensaban que fuera un plan tan descabellado. Cristóbal Colón, mientras Isabel y Fernando estaban ocupados con esta conquista, se alojó en la ciudad de Córdoba, concretamente en el Convento de la Merced, actual sede de la Diputación de Córdoba.
Durante su estancia en este lugar, el genovés no gozó de lujos, sino todo lo contrario, necesidades eran lo que le preparaba la vida en ese periodo. Aunque se ha de decir que no todo fueron calamidades para este personaje ya que conoció a Beatriz Enríquez de Harana, una joven hija de agricultores que vivían en la localidad de Santa María de Trassierra. En una de sus visitas a la Catedral de Córdoba, esta joven de tan solo 20 años conoció a al genovés, viudo y mucho mayor que ella, hecho que no le fue impedimento para comenzar una historia de amor.
Mucho se ha hablado de la relación entre ambos aunque no hay datos veraces que lo confirmen. Se dice que para el genovés, Beatriz fue solo un mero entretenimiento mientras esperaba la decisión de los Reyes, y que incluso cuando el hijo de ambos, Hernando o Fernando Colón nació, el viajante comenzó a alejarse de la cordobesa por miedo a que la libertad que éste poseía desapareciera y olvidara su principal anhelo: el soñado viaje que tanto deseaba realizar. Por el contrario, también se ha comentado que Beatriz, muy lejos de estar enamorada del genovés, solo se acercó a él con la única finalidad de ascender socialmente. De una forma u otra, lo que sí es cierto es que nunca se casaron y que a partir del nacimiento de su hijo se fueron distanciando viéndose en muy pocas ocasiones.
Cristóbal, a partir de 1492, se dedicó casi exclusivamente a su ansiado viaje y se dice que, tras su primer trayecto al Nuevo Mundo, se data la última vez que se vio con Beatriz. Quizás sintiéndose culpable por tal abandono, el genovés, a partir de sus frecuentes viajes y llegar a enriquecerse, dejó una pensión vitalicia tanto para su amante como para su hijo.
En 1506 Cristóbal Colón murió a los 55 años de un ataque cardíaco, en la ciudad de Valladolid. El cuerpo del genovés fue enterrado en un principio en la ciudad donde falleció y, al igual que en vida, sus restos han ido viajando siendo enterrados en diferentes lugares como la Cartuja de Sevilla, posteriormente en Santo Domingo, después fueron trasladados a La Habana y finalmente, tras la guerra Hispano-Americana se colocaron en la Catedral de Sevilla donde actualmente se puede visitar su tumba. Sin embargo, a finales del siglo XX, bajo el altar de la catedral de Santo Domingo (República Dominicana) se encontró una caja de plomo con la inscripción “Don Cristóbal Colón” conteniendo fragmentos de huesos y una bala.
Autor del cuadro de la imagen destacada: Dióscoro Teófilo Puebla Tolín